San Valentín.

Mañana es el día de los enamorados. No digo que es San Valentín, porque hace un momento lo he mirado en el calendario que tengo en la cocina y dice que es el día de los Santos Cirilo y Metodio. Me he quedado un poco loca, la verdad. Ahora va a resultar que no es ni San Valentín ni nada. En los países anglosajones, donde se implantó la celebración por primera vez no saben ni que el tal Valentin era un santo ni les importa lo más mínimo; los muy blasfemos no saben de de dónde viene ninguna fiesta, está comprobado que algunos americanos piensan que la Navidad celebra el nacimiento de Santa Claus. Pero vaya, que mientras haya regalos de por medio ya les va bien.
Mi maridito y yo no celebramos el día de los enamorados. La verdad es que no celebramos ni nuestro aniversario, más que nada por falta de recursos económicos y él por falta de recursos imaginarios, vamos, que no tiene ni una pizca de imaginación ni de romanticismo en su cuerpo, el pobre. El otro día una chica que hacía tiempo que no veía me dijo toda sorprendida “¿Estás casada con Steevi? ¡Si me lo hubieran contado no me lo habría creído!”.
Y es verdad, no tenemos casi nada en común. Nuestros gustos son completamente contrarios. A él le encanta todo lo moderno, a mi todo lo vintage (una manera fina de decir viejo, vaya). A él le encanta la música de Phil Collins. Si, si, habéis leído bien. La única música que le gusta es la del hombre más aburrido y monótono sobre la faz de la tierra, ¡si todas las canciones parecen la misma! A mí, en cambio, la única música que no me gusta es la que me deja indiferente. Me gusta cualquier cosa que me haga saltar, cantar y me dé ganas de bailar por toda la casa. O sea, cualquier cosa menos Phil Collins.
A Steevi le encanta ir todo vestido de negro, sin ningún dibujito ni letra ni nada. Los que me conocéis ya sabéis que yo soy más o menos lo contrario. La última vez que tuve que ir al médico en la sala de espera Steevi me mira los pies y me dice “Bueno, al menos hoy te has puesto los dos calcetines del mismo color”.
Pero bueno, a lo que voy es que no se trata de tener los mismos gustos, ni la misma edad, ni la misma educación. Yo no podría ser más feliz de lo que soy con mi maridito porque lo que sí tenemos es común es mucho más importante que todo eso. Compartimos prioridades (nuestros hijos) y una visión de futuro y de lo que significa estar casado y tener una familia. Y sobretodo compartimos el sentido del humor. Lo demás importa poco.
I Love You Steevi Ware.

¡Feliz San Valentín a todos!